Lo primero que haremos es formular el
jabón que queremos hacer, para ello tendremos que saber para qué tipo de piel
es, quién lo va a utilizar, si lo queremos facial o corporal…etc.
El aceite de coco es casi imprescindible,
ya que aporta al jabón dureza y espuma. Podemos hacer jabón sólo de oliva, pero
a pesar de las propiedades queda un jabón babosillo y blandito, que no es muy
agradable.
Una vez que tenemos la fórmula pasamos a
pesar la sosa y el agua, y la dejamos que se enfríe.
Mientras tanto iremos
pesando los aceites, las mantecas y aceites.
Primero pondremos los sólidos porque
tenemos que derretirlos en el micro o al baño María.
Luego añadiremos los
aceites líquidos.
Una vez la lejía y los aceites estén fríos,
procedemos a echar la lejía sobre los aceites, metemos la batidora hasta el
fondo del vaso o jarra y comenzamos a batir.
En este punto es dónde se producen las
salpicaduras, así que lo haremos con precaución.
Cuando el jabón está emulsionado,
ya podemos añadir los aceites esenciales o fragancias, pigmentos, micas y óxidos
que le darán color y aroma al jabón.
Por último enmoldaremos. Los moldes pueden
ser de silicona, madera, cartón fuerte, tetra brick, plástico…
Si el material
es poroso es imprescindible su forrado con papel de horno,
para que no se pegue
el jabón.
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